Decía el sociólogo César Aguiar (1982: 8) (1): “En el análisis de algunos datos demográficos particulares –los flujos migratorios, la evolución de la población total, la evolución de la fecundidad, la distribución espacial de la población y la composición de la población por edades- se registran ‘señales’ pertinentes de fenómenos sociales que, en última instancia, hacen a la viabilidad misma de la sociedad nacional, sus probabilidades de supervivencia futura y las raíces de su problemática presente”.
Las palabras de los refugiados sirios en Uruguay nos duelen. Sus quejas nos pegan en lo más hondo de nuestro ego y sentir nacional, pero sobre todo son una bala directa al corazón de ese imaginario colectivo y esos discursos oficiales centenarios que nos han autoproclamado como «país de inmigración» y que, a pesar que han sido duramente golpeados por progresivos sinceramientos y tomas de conciencia en las últimas décadas, aún perduran caprichosamente entre nosotros, fortalecidos en los últimos años por esa imagen ciertamente falsa y autocomplaciente del Uruguay como modelo, recreada y explotada por algunos sectores políticos y sociales y medios de comunicación nacionales e internacionales.
Hace más de 30 años, Aguiar ya le había dado partida de defunción a esa idea propia del “optimismo demográfico” que tanto impregnó la sociedad y las élites políticas uruguayas del siglo XX, mostrando consistentemente que hasta ese momento Uruguay había absorbido poca inmigración y había generado tempranas corrientes emigratorias, con un saldo migratorio que por lo menos desde fines del siglo XIX había tenido una incidencia ínfima en la evolución demográfica del país, especialmente si lo comparamos con el elevado peso que había tenido en otros países –como Argentina- y con la significación que había tenido el crecimiento vegetativo del país (baja natalidad, pero baja mortalidad), que explicaba prácticamente en su totalidad los pequeños incrementos poblacionales totales que el Uruguay presentaba.
Debido a distintas variables, Uruguay no ha sido atractor, sino expulsor, y no solo ha generado en buena parte de los propios compatriotas el deseo de buscar sus sueños en naciones ajenas, sino que ha carecido de la capacidad para retener a contingentes que venían a estas tierras en busca de esperanza y que, por su fracaso en el intento de radicarse, terminaban continuando su periplo migratorio hacia otros destinos o volviendo a sus países de origen.
Décadas después, el propio Aguiar –fallecido a fines del año 2011- visualizó en estos últimos tiempos de extraordinario crecimiento económico, una oportunidad –muy limitada y compleja- para el impulso de una política inmigratoria que captase a potenciales «públicos» en el extendido y creciente «mercado de la migración internacional» (2) –simple metáfora que no reduce de ninguna manera la Dignidad Humana de los migrantes-, partiendo de la base que: a) “es bueno que el Uruguay aumente su población en términos de stock demográfico”; b) “es bueno que aumente su capital humano medido en términos de competencias y diversificación de capacidades”; y c) “es bueno que el país aumente sus vínculos con otras sociedades de la región y del mundo”. (Aguiar, 2008: 80) (3)
Probablemente, este autor no ubicaba como potenciales “públicos” a estos grupos poblacionales provenientes de Medio Oriente, pero, sin embargo, lo sucedido en estos días con los refugiados sirios nos debe interpelar furiosamente sobre nuestra realidad y nos obliga a estudios rigurosos que nos muestren en qué medida es posible pensar al Uruguay como “polo de atracción” –con o sin políticas activas de captación de inmigrantes- y qué ha sucedido con otros grupos de inmigrantes, porque por lo menos para este contingente de ciudadanos sirios, parece que hay cosas que aún no han cambiado: Uruguay continúa siendo un país expulsor.
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(1) Aguiar, César (1982) Uruguay: país de emigración. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental.
(2) El autor ha considerado como públicos objetivos de una política inmigratoria: 1) las corrientes migratorias de América del Sur, especialmente del Cono Sur (argentinos, brasileños, bolivianos, peruanos, paraguayos, etc.); 2) mano de obra especializada, recursos humanos altamente calificados, estudiantes universitarios, jubilados o personas que aspiran a retirarse con inversiones de capital; 3) uruguayos emigrados (Aguiar, César (2008) “Tesis preliminares para una política inmigratoria”, en Aguiar, César et al. Sur, migración y después. Propuestas concretas de políticas de población en el Uruguay. Montevideo: Rumbos / UNFPA, pp. 79-87).
(3) Aguiar, César (2008) “Tesis preliminares para una política inmigratoria”, en Aguiar, César et al. Sur, migración y después. Propuestas concretas de políticas de población en el Uruguay. Montevideo: Rumbos / UNFPA, pp. 79-87
Que visionario y estudioso lo de Cesar Aguiar. Muy interesante articulo llevado a nuestra realidad del Uruguay «expulsor».
Uruguay es un país expulsor por la misma razón que no consigue retener capitales y no le asegura a buena parte de sus ciudadanos una existencia digna. Lo cierto es que nunca debió recibir refugiados si no podía garantizarles vivienda y sustento bajo cualquier circunstancia. Por otra parte, tampoco sería justo si no le ofreciera la misma ayuda a ciudadanos uruguayos en situación de necesidad. Ambos requisitos se cumplen en Alemania y los sirios que recalaron en Uruguay lo saben muy bien. Es natural que se quieran ir.
Todo este asunto fue otro de los desatinos de Mujica que obra para los titulares y luego se desentiende de las consecuencias. En Código País (http://bit.ly/1FPQhPw) declaró que había pedido campesinos -que según sus fantasías se autoabastecen y no necesitan asistencia duradera del Estado- y le enviaron familias de clase media que exigen más y se adaptan menos (“si le mira las manos se da cuenta que no son laburantes laburantes de labores corrientes; no tienen la culpa, no es ningún pecado“ (!). Me pregunto qué pensará de las manos de Vázquez y Astori). De esto se infiere que no quería auxiliar a gente que escapaba de la guerra. Lo que en realidad quería era que los sirios lo ayudaran a él a realizar sus sueños reaccionarios de falansterios a lo Fourier.