Se suman propuestas para salir del impasse

El senador Pablo Mieres del Partido Independiente promueve la creación de un espacio socialdemócrata con inclusión de sectores del Frente y de los partidos tradicionales con los que cree que existen coincidencias. No aclara, sin embargo, si ese espacio se traducirá en un frente electoral, en la creación de un partido nuevo o en un avance hacia acciones comunes dentro de los marcos existentes (que, como se sabe, operan de manera fuertemente restrictiva para acordar con sectores pertenecientes a bloques distintos). Según informó El País el 04/12/2015, Mieres se entrevistó con el senador Jorge Larrañaga del Partido Nacional para realizar los primeros sondeos. Al salir del encuentro, Larrañaga declaró: «no se trata de una construcción que sea negacionista del Frente Amplio» sino que «la idea es construir un espacio superador, que reúna al arco opositor y también identifique coincidencias con sectores que están en el propio Frente». Según se desprende de sus declaraciones, Larrañaga piensa más bien en un frente electoral («respetando las identidades partidarias, tenemos que dialogar para buscar un común denominador»).

La propuesta de Mieres se suma a otras dos ideas para salir del punto muerto en que nos encontramos: a) el Partido de la Concertación, que los partidos tradicionales crearon para disputarle Montevideo al Frente como anticipo a un acuerdo de alcance nacional, y b) los planes de reforma constitucional del Frente, que apuntan a una modificación del régimen electoral siguiendo el modelo argentino (facilita la elección del presidente si en la primera vuelta obtiene el 45 por ciento de los votos, o el 40 por ciento y una diferencia del 10 por ciento sobre el candidato que le sigue), y a reformular la relación entre los poderes del Estado con marcada inspiración chavista (en opinión del ex presidente José Mujica, los venezolanos “tienen una Constitución maravillosa, la más audaz de toda América Latina” (1)).

Hace dos años, cuatro columnistas de esta página escribimos un artículo titulado Hacia otra manera de armar el gobierno con una propuesta distinta a las anteriores. En dicho texto se adelantaba la idea de que existen coincidencias más amplias sobre asuntos puntuales que las que permiten los actuales bloques políticos. Pero el sistema electoral vigente con el régimen de segunda vuelta genera una lógica que tiene consecuencias nefastas. Por un lado, fuerza al Frente a permanecer unido a fuego para no hipotecar sus posibilidades de volver a ganar el gobierno; es así como en su interior cohabitan fracciones que muestran más afinidades con sectores del bloque opositor que con sus propios aliados (en educación, política exterior, mejora de los servicios, régimen de contrataciones de las empresas públicas, relaciones entre los poderes del Estado). Por otro lado, este encadenamiento forzoso posibilitó que surgiera una formidable maquinaria de vetos que la izquierda del Frente ha usado de manera sistemática para imponerle su voluntad al resto de los ciudadanos. Hoy es prácticamente imposible hacer acuerdos sobre temas sustanciales que superen la barrera de los bloques. Se puede afirmar entonces que la afinidad en asuntos que menciona Mieres -y que nosotros también percibimos-, no encuentra su correlato en un sistema político que genera fronteras donde no deberían existir. Las soluciones que apunten a sumar más votos dentro del actual estado de cosas sólo ayudan a reproducir la polarización en bloques. (2) El régimen de segunda vuelta para elegir al jefe del ejecutivo impone estas reglas de juego que se repetirían si el ganador fuera el bloque opositor. Una solución medianamente satisfactoria sería volver al sistema electoral anterior a 1996.

Pero el mejor modo para acompasar nuestro sistema político al verdadero estado del debate sería elegir un gobierno emanado del Parlamento. Para ello bastaría usar mecanismos que ya existen en nuestra Constitución, como la facultad del Parlamento para designar o derribar ministros. Con este mismo régimen electoral, o sea, sin reformas aparatosas que cuestan tiempo y dinero, se podría nombrar a un primer ministro y su gabinete en base a las alianzas que se establecieran entre las fracciones representadas en el Parlamento. Un gobierno elegido de este modo se mantendría en funciones mientras conservara el respaldo de una mayoría parlamentaria. El balotaje sólo serviría para designar al Presidente que cumpliría funciones representativas. Se trataría de una solución ex post (posterior al acto electoral) que estaría en las antípodas de las propuestas ex ante (para acumular votos), dado que, en lugar de reducir las opciones para ampliar la base de apoyo a efectos de derrotar al rival, aseguraría el máximo de pluralismo y de representación posibles. Nadie tendría que resignar sus posiciones de cara al electorado ya que los acuerdos se forjarían después y no antes del acto electoral. Este camino ya se probó con notable éxito aunque muy pocos se percataron de ello. Fue durante la crisis del 2002 que llevó al país al borde del abismo: en los momentos más álgidos de la misma, el Ministro de Economía y Finanzas, Alejandro Atchugarry, asumió de hecho las funciones de un primer ministro apoyado por una mayoría parlamentaria, y el presidente Batlle se retiró a un segundo plano. Es cuestión de repetirlo y darle permanencia.

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(1) «Mujica no duda de que “los gringos” se “meten” en Venezuela» en El Observador, 12 de marzo de 2015.
(2) El tiempo dirá si la propuesta de Mieres es más de esto mismo con otro ropaje o algo completamente distinto. Me temo que sea lo primero.

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